En la comunicación oral, una persona o un altoparlante transmite un mensaje, codificado en un idioma, a través de un determinado recinto, hasta los oídos de un oyente que recibe y decodifica el mensaje. La comunicación puede fallar por una mala pronunciación del hablante, escaso entendimiento del idioma o problemas auditivos por parte del oyente. Pero también puede fallar debido las características acústicas del recinto, tales cómo un elevado piso de ruido o largos tiempos de reverberación.
Es fácil comprender cómo el ruido impide la comunicación: el mensaje se ve enmascarado por el ruido y el oyente no puede decodificarlo correctamente. La solución consiste en mejorar la relación señal/ruido, ya sea atenuando el ruido de fondo o aumentando el nivel del mensaje. Sin embargo, no es igual de fácil comprender el efecto de la reverberación.
Las palabras habladas no están separadas como en un texto. El oyente recibe un sonido continuo compuesto por una secuencia de fonemas, en los cuales se reconocen vocales y consonantes. Las últimas son sonidos impulsivos, de corta duración y energía distribuida principalmente en alta frecuencia; mientras que las primeras tienen mayor duración, menos ataque y energía en menor frecuencia.
Se ha estudiado que la información necesaria para el entendimiento de un mensaje se encuentra en la envolvente dinámica del discurso, es decir, el oyente necesita percibir correctamente los cambios entre vocales y consonantes, así también como las pausas y acentuaciones para decodificar correctamente.
En un recinto con largos tiempos de reverberación, el decaimiento energético de una vocal resulta más lento que el de una consonante debido a su distribución espectral y mayor duración. Esto genera un solapamiento temporal con las consonantes inmediatamente posteriores y un consecuente enmascaramiento. Es decir, las vocales que permanecen en la cola reverberante enmascaran, parcial o totalmente, a las consonantes siguientes; y así se entorpece la inteligibilidad del mensaje.
Es un grave error querer solucionar este problema aumentando el nivel de presión sonora del mensaje, puesto que también aumentarán las reflexiones y el enmascaramiento seguirá sucediendo a mayor nivel. La solución radica en aumentar la distancia crítica.
La distancia crítica es la distancia (referida a la fuente) para la cuál el nivel de presión sonora del sonido directo es igual al nivel de presión del sonido reflejado. Todos los oyentes que estén dentro de la distancia crítica recibirán el sonido directo con mayor intensidad que las reflexiones y no sufrirán enmascaramiento, mientras que los que estén por fuera tendrán mayor nivel de reflexiones que de sonido directo y sufrirán enmascaramiento.
Se puede calcular con la siguiente expresión:
Dc = 0.14 √(Q*R)
En donde Q es el factor de directividad de la fuente, y R es un parámetro que cuantifica la capacidad de absorción de la sala.
Es decir, para mejorar la inteligibilidad en un recinto reverberante se debe aumentar la absorción del recinto para bajar el tiempo de reverberación y aumentar la distancia crítica, o bien, utilizar fuentes con directividad controlada que concentren su energía en la audiencia y eviten reflexiones innecesarias. Otra opción válida consiste en utilizar muchas fuentes distribuidas, para lograr que todos los oyentes posean al menos una fuente a una distancia menor que la distancia crítica.
Una buena relación señal/ruido y un controlado tiempo de reverberación son dos condiciones necesarias para lograr una buena inteligibilidad en recintos.
Ver además: ¿Por qué refuerzo sonoro en recintos?
Bibliografía:
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Carrion A. “Diseño acústico de espacios arquitectónicos”. Universidad Politécnica deCataluña. Barcelona. España. 1998.
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Facundo Ramón
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