Es sabido que el sonido que percibimos no es más que pequeñas variaciones dentro de la presión atmosférica. Para tener una idea 140dBSPL equivalen a 200 Pascales, mientras que la presión atmosférica es de 101300 Pascales aproximadamente.
Estas variaciones de presión se originan por el desplazamiento de las moléculas de gas (de su punto en reposo) y pueden ser producidas por una superficie vibrante, como la del diafragma de un parlante. Es importante destacar que el proceso de propagación sonora se caracteriza por un transporte de energía pero no de materia, al igual que una onda en el agua, las moléculas se mueven para luego volver a su posición de reposo (figura 1).
El gran problema de la radiación sonora es que parte de la energía mecánica se convierte en potencia acústica activa, mientras que otra parte en reactiva, es decir que hay una porción de la energía que viene »almacenada» y »devuelta» sin generar sonido. Esto se debe principalmente a las diferencias de impedancia entre el sistema mecánico y el acústico, idealmente para transmitir la mayor porción de potencia las impedancias deberían ser iguales.
Desde este punto de vista se puede estudiar la impedancia acústica que »ve» el diafragma de un altoparlante, y está ligada directamente a su tamaño. El diafragma imprime una velocidad al aire que se encuentra delante de él, y cuanto más grande sea, mayor porción de aire afecta. Transforma velocidad mecánica en velocidad de un volumen de aire, y si lo pensamos como un transformador de relación 1:Superficie, la impedancia acústica se refleja con el cuadrado de la relación de transformación, es decir Zreflejada = Zacustica x (Superficie^2).
Lo interesante de este análisis es que no sólo existe una impedancia activa y una reactiva, además ambas varían con la frecuencia como se observa en la figura 2, donde ka = (2*pi*f*a)/c, con f frecuencia, a el radio del ‘diafragma’ y c la velocidad del sonido. De esta manera, y de forma general, si el ka es menor a 1, existe poca carga activa y mucha reactiva, esto quiere decir se va a producir muy poco sonido. Esto es de especial importancia para entender la necesidad de diafragmas grandes en bajas frecuencias.
Si se piensa un momento en lo que sucede cuando uno desea abanicarse (figura 3), se toma una determinada superficie y se aplica movimientos ondulatorios para generar »viento», movimiento de aire. Si la frecuencia o la velocidad a la cual se mueve la superficie es muy lenta prácticamente no se mueve el aire, las moléculas simplemente »rodean» a la superficie y vuelven a su posición de equilibrio. Para lograr efectividad se puede: – utilizar una superficie más grande, – generar un movimiento más amplio (mayor excursión a la misma frecuencia), o – aumentar la frecuencia (mover la superficie más rápido). Algo parecido sucede en el agua, si le presentamos una perturbación lo suficientemente lenta (baja frecuencia), no se van a generar ondas.
En conclusión, si se quieren reproducir bajas frecuencias se necesita una superficie grande o mucha excursión.
Ing. Eduardo Sacerdoti
Investigación & Desarrollo – Equaphon