Nuestra percepción de la intensidad (sonoridad) depende de otros factores además de las magnitudes físicas del sonido (nivel de presión sonora o potencia). En este post se explica el concepto de adaptación auditiva y la integración temporal.
La psicoacústica se apoya fuertemente en los test subjetivos. Son la única herramienta capaz de individualizar fenómenos relacionados a nuestra percepción. Generalmente, en un ambiente muy controlado varios oyentes se exponen a algún tipo de ensayo (cuidadosamente diseñado por el investigador) sobre el cuál deben responder una serie de preguntas. El investigador recolecta y analiza las respuestas buscando similitudes o algún tipo de patrón sobre el cuál pueda extraer conclusiones. De esta forma, por ejemplo, se logró desarrollar el concepto de adaptación auditiva e integración temporal.
Los autores se dispusieron a estudiar la sonoridad de un tono puro de amplitud constante a lo largo del tiempo. Luego de varios ensayos se logró identificar el comportamiento que se ve en la imagen. Nuestra sensación de sonoridad decrece con el tiempo ante estímulos constantes. Esto se conoce como adaptación auditiva.
La parte a) del gráfico muestra la sonoridad en función del tiempo ante un tono puro de amplitud constante. Es curioso observar la similitud de la curva con la de un compresor que acaba de sobrepasar su umbral.
En la figura b) se observa la sonoridad de un tono puro que duplica su amplitud luego de 125 segundos. Aquí se evidencia que, a pesar de duplicar el nivel de presión sonora, la sonoridad aumenta en una proporción mucho menor e, incluso, la fatiga auditiva provoca menor sonoridad que si no se hubiera incrementado la amplitud.
Por último, en la figura c) se muestra la sonoridad ante un tono puro que disminuye su amplitud a la mitad luego de 125 segundos. El cambio en la percepción es de nuevo distinto al cambio en las magnitudes físicas.
Los ejemplos anteriores demuestran que nuestro oído requiere cierto tiempo para estabilizarse ante determinados estímulos. Las curvas descritas más arriba tienen implícita una integración temporal. Esto llevó a otros autores a desarrollar el concepto y buscar una relación entre la duración de un estímulo y su sonoridad.
Para estudiarlo expusieron a muchos oyentes a distintas señales de igual amplitud pero distinta duración y pidieron que las ordenen de «débiles» a «fuertes». Después de muchos ensayos y análisis lograron concluir que son necesarios 200ms para estabilizar la sensación de sonoridad. Sonidos con menor duración a 200ms son percibidos más débiles que otros con misma amplitud pero mayor duración.
En otras palabras, para estímulos cortos, la amplitud percibida es proporcional a la duración. Esto implica que al escuchar sonidos con variaciones de amplitud, el nivel de sonoridad no queda definido por la amplitud de los transitorios (rango dinámico) sino por la energía contenida en períodos de 200ms. O, lo que es igual, la sonoridad queda definida por el RMS y no por el rango dinámico. Este fenómeno ayuda a entender la guerra de sonoridad (loudness war) que impulsa a las discográficas a usar compresores para aumentar el RMS sin preocuparse por perder rango dinámico, después de todo, buscan sonoridad.
Aún hoy se siguen desarrollando teorías sobre nuestra percepción, es un campo muy amplio de estudio. Quién esté interesado en seguir profundizando puede consultar la siguiente bibliografía:
G. Basso, «Percepción Auditiva», Universidad Nacional de Quilmes, 2009.
Ing. Facundo Ramón
Investigación & Desarrollo – Equaphon